Cuando se trata de
buscar un cambio en la vida, normalmente nos sentimos altamente motivados y de
repente se rompe el dique de las ideas, y nuestra creatividad fluye de una
manera tan grandiosa que realmente debemos hacer una lista con ellas para finalmente escoger
las más congruentes con el camino que deseamos emprender.
Así felices con el nuevo plan de vida, iniciamos la construcción de la plataforma que
sostendrá nuestro proyecto, solo que estamos tan endorfinados que nos olvidamos
de establecer los lapsos de tiempo en que éste podría materializase.
Poco a poco nuestra
energía comienza a diluirse cuando nuestros objetivos no se concretan, y es que
hay muchas variables que no dependen de nosotros.
Aquí viene el abandono
de los sueños, metas, objetivos, proyectos, como usted quiera llamarlos, nos toma por sorpresa una gran frustración y
terminamos echando a la papelera todo un
esquema, que con los lapsos de tiempo
bien establecidos, podría resultar
exitoso y satisfactorio.
Abandonamos las
acciones porque no vemos resultados inmediatos, cuando lo recomendable es mirar
y clasificar los lapsos de tiempo, lapsos que podrían sufrir modificaciones según
los resultados, y donde para evitar sentimientos
de frustración, debemos
convertirnos en planificadores del
momento. Cabe perfectamente el dicho
popular “como valla viniendo, vamos viendo” sin correr el riesgo de apoyarnos
en el azar.
Tan solo es necesaria
la constancia y un poco de fe acompañada de enfoque y saber que cuando el
horizonte se ponga oscuro y nada avance, haga una pausa, replantee sus acciones
y siga con su objetivo.
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